Se confirma la tendencia al alza de los niveles de metano en la atmósfera

Por Jesús Iglesias. Aunque comúnmente consideramos el metano como un gas de efecto invernadero secundario, dado que su concentración es muy inferior a la de dióxido de carbono, en realidad su capacidad para aumentar las temperaturas es muy superior. En concreto, el IPCC estima que el metano es 86 veces más potente en el horizonte temporal de los primeros 20 años desde su emisión a la atmósfera, siendo el responsable de entre el 30 y el 50% del aumento de las temperaturas. Además, tal y como afirma la doctora en física Omaira García, “el hecho de que la vida de este gas sea corta en relación a otros gases hace que su concentración sufra variaciones más rápidas, con aceleraciones y estancamientos”.

          Precisamente un aumento súbito de la concentración de metano es lo que los científicos están observando en sus últimos estudios sobre este fenómeno: el metano ha pasado de estar en una concentración de 0,7 partes por millón antes de que los humanos empezaran a quemar combustibles fósiles hasta superar los 1,9 ppm, una línea ascendente que se ha acelerado de forma notable desde 2006-2007.

Se sabe que aproximadamente tres quintas partes de las emisiones proceden del uso de combustibles fósiles, la agricultura, los vertederos y los residuos, y el resto de fuentes naturales, sobre todo de la vegetación que se pudre en los humedales tropicales y septentrionales. Lo que no se conoce a ciencia cierta es por qué está aumentando con tanta rapidez en los últimos años. Un reciente estudio firmado por el profesor e investigador del departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Londres Euan Nisbet sostiene que los propios océanos, cada vez más calientes y con las corrientes alteradas, podrían estar detrás de ese aumento. Es la hipótesis del ‘fusil de clatratos’: el aumento de la temperatura del mar libera repentinamente metano desde los depósitos de clatrato de metano situados en el fondo oceánico que se han formado por el arrastre de material vegetal particulado. La liberación repentina de grandes cantidades de este gas desde estos depósitos extremadamente grandes puede causar un efecto invernadero descontrolado que podría provocar una alteración del medio ambiente de los océanos y la atmósfera terrestre similar a la que pudo acontecer en la extinción masiva del Pérmico-Triásico, o en el máximo térmico Paleoceno-Eoceno. Este estudio viene a confirmar la tendencia al alza de los niveles de metano en la atmósfera que diversos informes han advertido y que ya recogimos aquí.

          Otros impulsores de este espectacular crecimiento en la concentración de metano apuntan a las nuevas emisiones de los humedales sobre todo cerca del ecuador, en Canadá (los castores son fábricas de metano que arrastran enormes cantidades de materia vegetal a los estanques que han creado) y Siberia. “El aumento de las precipitaciones hace que los humedales sean más húmedos y más grandes, mientras que el aumento de las temperaturas ha impulsado el crecimiento de las plantas, proporcionando más materia en descomposición y, por tanto, más metano. También pueden estar aumentando las emisiones de los enormes rebaños de África tropical, India y Brasil, y los residuos en descomposición de los vertederos cercanos a megaciudades como Delhi son fuentes importantes”.

          En los últimos millones de años el clima de la Tierra ha oscilado repentinamente entre largos y fríos periodos glaciares, con capas de hielo que cubrían el norte de Europa y Canadá, y cálidos periodos interglaciares más cortos. Al final de cada glaciación la superficie de la Tierra se calienta varios grados durante varios milenios, siendo las concentraciones de metano registradas en las burbujas de aire de los núcleos de hielo los indicadores de estos acontecimientos de calentamiento climático. “Cada vez que se pasaba de un clima glacial a uno interglacial, se producían aumentos bruscos y repentinos de metano en la atmósfera, probablemente debido a la expansión de los humedales tropicales”.

          Hay ya demasiadas evidencias de que el clima está cambiando: las corrientes oceánicas del Atlántico se ralentizan, las regiones climáticas se expanden, el extremo norte y el sur se calientan rápidamente, el calor oceánico bate récords y el clima extremo se convierte en rutina. De seguir así lo que está por venir es “una pérdida de hielo masiva en el Ártico en verano, el colapso o extremo adelgazamiento de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida Occidental, la reorganización de las corrientes oceánicas del Atlántico y la expansión hacia los polos de los patrones de circulación metereológica tropical. Las consecuencias, tanto para la biosfera en general como para la producción de alimentos en el sur y el este de Asia y partes de África en particular, serían muy importantes”.   

          Aunque el informe concluye que “tapar las fugas en la industria del petróleo y el gas, cubrir los vertederos con tierra y reducir la quema de residuos de cultivos” son las principales tareas que tenemos por delante si queremos detener el aumento de la concentración de metano, el doctor en biología Samuel Martín Sosa va directo a la raíz del problema: “abandonar los combustibles fósiles en general, incluyendo el gas, es la única salida sensata que tenemos”. Por último, siendo la ganadería una de las principales fuentes de emisión de metano, está claro que no habrá nada que hacer si no reducimos nuestro consumo de carne de forma drástica a partir de ahora mismo. No puede haber carne para todos, porque entonces no habrá planeta para nadie.

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