Todas las granjas son granjas de los horrores

Por Jesús Iglesias. “El mayor escándalo de maltrato animal en granjas de la historia de España”, como calificó el colectivo Igualdad Animal, se despacha con la absolución de los máximos responsables de 14 delitos de crueldad animal, pese a los claros indicadores de maltrato. La ‘granja de los horrores’, ubicada en Murcia, se hizo famosa en 2018 tras un reportaje del programa Salvados, en las que se podían ver las condiciones lamentables en las que se encontraban los animales.

          En realidad, no es más que una de las innumerables irregularidades que los colectivos animalistas han documentado en diferentes granjas del territorio español: cerdas inmovilizadas durante semanas en jaulas de gestación, cerdos permanentemente encerrados, animales con grandes heridas abiertas y abscesos de pus, patas rotas y malformadas, hernias gigantes, úlceras repletas de larvas, cadáveres conviviendo con animales vivos, canibalismo, lechones estampados contra la pared… son imágenes que se repiten en todas las fábricas de carne de nuestro país, como denuncia constantemente el partido Pacma: “estos lugares en los que viven hacinados, sin atención veterinaria exhaustiva y sin bienestar alguno, están impregnados de violencia hacia los animales desde que nacen y son separados de su madre hasta que son ejecutados”.

          Por mucho que nos intente engañar la propaganda del sistema, con sus vacas sonrientes en prados interminables, la verdad es que los pastizales verdes han sido sustituidos por establos de metal sin ventanas, jaulas de alambre y otros sistemas de encierro que desde hace algún tiempo se conocen como granjas industriales. Lo que captan las cámaras de los activistas que entran en una fábrica de estas es lo más parecido a un infierno dantesco. El reducido espacio para los animales (que incluso les impide darse la vuelta), la privación de ejercicio (para que todas las energías del cuerpo se destinen a la producción de carne, huevos o leche), el empleo de hormonas del crecimiento (para que engorden más rápidamente), el abuso de antibióticos (para prevenir enfermedades) y la castración, mutilación y marca sin anestesia son algunas de las señas de identidad de las fábricas de carne (llamarlas ‘granjas’ es un claro abuso del lenguaje’).

          De esos animales, torturados y maltratados, proceden las salchichas, los embutidos, las lonchas de york, la cinta de lomo adobada y el jamón del supermercado que con tanta alegría consumimos. Los directivos, accionistas, comerciales, veterinarios y dueños de las granjas son los grandes perpetradores de este gigantesco sistema de explotación de los animales. Los consumidores, sus cómplices necesarios. Como señala Ruth Toledano, precisamente ha sido el incansable trabajo de organizaciones como Igualdad Animal y el activismo de personas comprometidas lo que ha llevado las imágenes de estos centros de tortura a los medios de comunicación. “Gracias al movimiento animalista es posible que una cadena como LaSexta vea llegado el momento de hacerse eco de lo que ya es un clamor: la industria de la carne miente”. Miente sobre las condiciones de vida de los animales, sobre los efectos devastadores para el medio ambiente, sobre el hambre que crea la producción de carne en el mundo.

          El caso de Murcia no es un hecho aislado. En todos los centros de tortura animal a los que han accedido las organizaciones animalistas se han encontrado el mismo infierno dantesco. Y es que todas las granjas son granjas de los horrores.

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