Fuera del espacio seguro

Por Jesús Iglesias. En 2009 se establecieron 9 límites planetarios, es decir, 9 dimensiones del  medio ambiente que regulan la estabilidad y habitabilidad del planeta para los seres humanos, definiendo por tanto un espacio operativo seguro para la humanidad. Pues bien, tras haber superado el año pasado el límite de las entidades novedosas (sustancias químicas artificiales, pesticidas, desechos nucleares, etc), una nueva investigación del Centro de resilencia de Estocolmo concluye que ya sólo quedan tres umbrales que aún no han sido superados: la cantidad de ozono, de aerosoles atmosféricos, y la acidificación oceánica, este último a punto de ser sobrepasado, pues la tendencia sigue empeorando a media que las emisiones de CO2 aumentan, lo que afecta especialmente a la vida marina (sobre todo a crustáceos y corales). Según el coautor del estudio Johan Rockström, “no sabemos cuánto tiempo podremos seguir transgrediendo estos límites antes de que las presiones combinadas conduzcan a cambios y daños irreversibles”.

          “El clima y la biodiversidad son los límites que están en el núcleo, en el centro de todo. Los otros siete límites interaccionan con ellos”, explica la investigadora de la Universidad de Copenhage Katherine Richardson. Y concluye: “la Tierra se encuentra ahora fuera del espacio operativo seguro para la humanidad”. Pensemos que traspasar los límites planetarios, cambiar las condiciones ambientales de la Tierra, supone punto de inflexión cuyas consecuencias no son inmediatas, pero si devastadoras. Más de 3.000 millones de años de evolución han dado como resultado un sistema delicado y complejo, un equilibrio perfecto que estamos fracturando a una velocidad geológicamente endiablada, con consecuencias nefastas para la vida. 

          Todos estos problemas son síntomas de uno más profundo: la estructura económica, que está llevando a la civilización al borde del abismo. Un sistema que obliga a los gobiernos a buscar el crecimiento del PIB (cuyas previsiones apuntan a que se multiplicará por tres para 2060) como objetivo prioritario y a las empresas transnacionales a perseguir la rentabilidad de sus accionistas a cualquier precio. Ante esta dinámica suicida, la magnitud de la catástrofe hace que las luchas que se están llevando a cabo en la actualidad carezcan de relevancia real.   

          Los límites planetarios no son discutibles. Con la termodinámica no se puede negociar. Ya no hay tiempo ni recursos para una concienciación progresiva de la población a través de la educación que posibilite una transición ecológica ordenada. Tal y como sostiene la antropóloga Yayo Herrero, la humanidad está afrontando hoy un proceso de desbordamiento de la capacidad del planeta, una alteración de los ecosistemas y ciclos vitales de la biosfera, inducida de forma determinante por las lógicas de crecimiento ilimitado e indiscriminado del desarrollo humano. “El crecimiento espectacular de los procesos de extracción, producción, transporte, consumo y generación de residuos ha sobrepasado los límites biogeofísicos del planeta y ha abierto las puertas a una crisis ecosocial en la que ya estamos inmersos”.

          El colapso al que nos vamos a enfrentar no es nuevo, todas las civilizaciones se han enfrentado a problemas similares, pero el proceso ha adquirido en la actualidad una enorme velocidad. Por otro lado, la gran complejidad social y la enorme dependencia de la tecnología avanzada respecto a energías y recursos no renovables nos hacen mucho más vulnerables que en el pasado. Así que es necesaria una revolución de nuestros valores y fijar nuevos objetivos para poder cambiar la base de nuestra civilización. El desafío de la extralimitación ecológica obliga a redimensionar, democratizar y transformar la economía para adaptarla a los límites. “Debemos pasar –resume Jeremy Lent- de una civilización basada en la acumulación de riqueza a otra que afirme la vida: una civilización ecológica”. La idea que subyace aquí apunta al concepto de biomímesis: crear una economía humana que imite a la economía de la naturaleza para crear una infraestructura material que permita poner fin a la devastación. No es ninguna locura: los pueblos indígenas a lo largo del globo se han organizado desde tiempos inmemoriales sobre la base de principios de afirmación de la vida, gestión responsable de los recursos y respeto a la naturaleza.

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